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Pere Renom

“No te dimos un lugar fijo, ni faz propia, ni un oficio peculiar, Oh Adán!, porque el lugar, la imagen y los empleos que desees para ti, estos los tengas y poseas por tu propia decisión y elección […] Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal ni inmortal, para que tú mismo como modelador y escultor propio, más a tu gusto y honra te forjes la forma que prefieras para ti.”

Giovanni Pico della Mirandola

Inmunología en la Marató de TV3

publicado el 20.12.2020

Básicamente los agentes que actúan en cualquier respuesta inmunológica son células y moléculas. Todas proceden de células madre pluripotentes que se encuentran en el tuétano de nuestros huesos, de donde se van diferenciando. Se pueden clasificar en inmunidad innata, e inmunidad adquirida. Las células que componen el sistema inmunitario innato son principalmente los leucocitos o glóbulos blancos de la sangre. Seguramente os sonarán por alguna analítica: neutrófilos, eosinófilos, basófilos… pero también hay células dendríticas, mastocitos y macrófagos, fuera de la sangre. Hemos incluido también la familia de moléculas más importante: las citocinas, que entre otras cosas controlan la inflamación. El sistema inmunológico innato lo compartimos prácticamente con todos los seres vivos, es inespecífico, es decir, responde frente a cualquier tipo de patógeno, ya sean virus, bacterias, hongos o protozoos. Es muy rápido, se activa en cuestión de minutos o segundos, y no tiene memoria. Por otro lado, tenemos el sistema inmunológico adquirido, que sólo compartimos con los vertebrados. Por contraste con el anterior, es específico, por lo tanto, se adapta al tipo de patógeno que nos infecta. Es de activación más lenta (entre 7 y 10 días), y genera memoria. Lo componen menos tipos de células y son menos conocidas: los linfocitos B y T, de los que hay los CD4 y CD8, y unas moléculas muy conocidas, aunque sea sólo por el nombre: las inmunoglobulinas o anticuerpos, de las cuales, un tipo en concreto, las IgG tienen una característica forma de Y.
Cómo funciona la respuesta? Nos ayudaremos de una masa de slime, en el que hemos añadido limaduras de hierro. Tiene un color blanquecino porque representa algún tipo de glóbulo blanco. Nos ayudaremos también de un potente imán de neodimio que representa un patógeno, un virus, o una bacteria. Cuando el glóbulo blanco localiza la partícula comienza a emitir prolongaciones de su citoesqueleto llamadas «pseudópodos», que terminan rodeando y capturando la partícula. Este proceso recibe el nombre de fagocitosis, y es muy importante para neutralizar los patógenos extracelulares, es decir, aquellos patógenos que circulan libremente por el organismo. Sin embargo, cuando la infección es demasiado importante y especialmente cuando los patógenos son intracelulares, es decir, cuando se encuentran dentro de las células de nuestro organismo, este sistema defensivo no es suficiente. Es el caso de todos los virus, que son parásitos estrictos y se multiplican en el interior de nuestras células, utilizando su maquinaria molecular. Entonces, un tipo particular de fagocito llamado célula dendrítica, expresa en su membrana celular fragmentos del patógeno que acaba de fagocitar, y viaja a través del sistema linfático hasta un ganglio donde estimula los linfocitos T y luego estos a los B. Los linfocitos B fabricarán los anticuerpos específicos para el antígeno que habrá transportado la célula dendrítica, mientras que los linfocitos T se activarán, haciendo su función de coordinación si son CD4, y destruyendo nuestras células infectadas si son CD8.
Con una bola de porexpán podemos representar una célula humana infectada por virus, y con una esponja, una linfocito T CD8. Cuando este linfocito detecta la célula infectada segrega una serie de sustancias citotóxicas que básicamente perforan y destruyen la célula por choque osmótico, lisis enzimática y señales inductoras de muerte.
Por lo tanto, los dos mecanismos básicos de destrucción de los patógenos son la fagocitosis cuando la infección es extracelular y la citotoxicidad, cuando la infección es intracelular. Los anticuerpos son específicos y mientras se mantienen mejoran la fagocitosis en futuras reinfecciones extracelulares, mientras que los linfocitos T y B también tienen memoria y nos protegen de futuras reinfecciones intracelulares, como ocurre en la COVID. La vacuna se basa en estimular la producción de estos tipos de células de memoria.

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