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Pere Renom

“No te dimos un lugar fijo, ni faz propia, ni un oficio peculiar, Oh Adán!, porque el lugar, la imagen y los empleos que desees para ti, estos los tengas y poseas por tu propia decisión y elección […] Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal ni inmortal, para que tú mismo como modelador y escultor propio, más a tu gusto y honra te forjes la forma que prefieras para ti.”

Giovanni Pico della Mirandola

La espontaneidad de los cristales

publicado el 16.04.2020

Un cristal es un sólido con sus átomos, moléculas o iones dispuestos en una estructura microscópica muy ordenada, formando una red tridimensional. La ciencia que estudia los cristales es la cristalografía, y permite conocer sus propiedades químicas y físicas.
Uno de los cristales más comunes que encontramos en la naturaleza es el copo de nieve. Cada uno tiene una forma diferente, más o menos estrellada, que se ramifica fractalmente (se repite el mismo patrón a diferentes escalas), sobre una base hexagonal. Los dos factores ambientales que determinan la forma del copo son la temperatura (entre -5 y -35 ºC) y el grado de sobresaturación del vapor de agua en la nube. De la combinación de estos dos factores surgen espontáneamente cristales en forma disco o columna, más o menos estrellados.
Los minerales también tienen una estructura cristalina de una gran belleza, algunos ejemplos son: el espato de Islandia (carbonato cálcico), la pirita (sulfuro de hierro), la rosa del desierto (sulfato de calcio), o el cuarzo hialino (óxido de silicio). Todos estos cristales se forman espontáneamente en determinadas condiciones físico-químicas. Lo podemos comprobar con un sencillo experimento de cristalización. Habrá que preparar una disolución de acetato de sodio (CH3COONa) en agua destilada en una proporción 100:30, al baño María. Conseguiremos, entonces, una disolución sobresaturada, que cuando se enfríe, cristalizará espontáneamente ante cualquier perturbación, debido a que se encuentra en un equilibrio inestable. La reacción de cristalización libera energía y logra un equilibrio estable.
Las diferentes partículas virales se autoensamblan en el interior de la célula huésped en un proceso similar a la cristalización, ya que, al igual que los cristales, constituyen estructuras que se encuentran en un estado mínimo de energía libre (ΔG). En consecuencia, además de las actuales terapias antivirales basadas en una estrategia farmacológica, se podría adoptar una estrategia termodinámica para conseguir modificar la energía libre (ΔG) y convertir el ensamblaje viral en no-espontáneo. Ni siquiera los virus más letales pueden vencer las leyes de la física.

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