La evolución del delta del Ebro
El Delta del Ebro es un ejemplo de ecosistema dinámico. El río aporta el sedimento y el mar y el viento lo redistribuyen. Se dice que comenzó a formarse en tiempo de los romanos debido a la deforestación, pero de hecho ya existía hace millones de años, aunque las fuertes oscilaciones del nivel del mar durante el periodo Cuaternario, determinaron que aquel antiguo delta se encuentre actualmente a un centenar de metros de profundidad. En tiempos históricos su forma ha cambiado mucho y conocemos la evolución aproximada a partir de evidencias geológicas, históricas, y desde el siglo XVI, también cartográficas. Sin embargo, a pesar de la contiua evolución, siempre ha conservado una forma de punta de flecha, similar a la letra griega delta (Δ) por lo que los deltas reciben este nombre.
El temporal «Gloria», que azotó la península Ibérica a finales de enero, tuvo un fuerte impacto sobre el delta, ya que coincidieron una precipitación torrencial y un ascenso del nivel del mar, debido a las bajas presiones (marea barométrica) y a la acumulación del oleaje empujado por el fuerte viento. Como resultado, se inundó la mayor parte de la llanura deltaica, se rompió la barra del Trabucador y el mar penetró cientos de metros tierra adentro. Esta perturbación natural se produce periódicamente, y el ecosistema se acabaría recuperando. Desgraciadamente, el delta se encuentra amenazado debido a que el río Ebro contiene unas 200 presas y embalse que retienen el 99.9% del sedimento, por lo que el delta no puede crecer ni por la punta, y compensar la erosión marina, ni en grosor, y compensar la subsidencia. Se añade, además, el hecho de que los arrozales tan característicos, fueron plantados a finales del siglo XIX, y requieren la aportación continua de agua dulce a través de una extensa red de canales y acequias, que mantienen las plantas semisumergidas y lavan el suelo salino.
Los humanos transformamos profundamente el paisaje y nos sorprendemos cuando la naturaleza reestablece el equilibrio. Nadar a contracorriente supone, a veces, ser arrastrado.